Literatura calvística

II GUERRA MUNDIAL
Me encontraba con mis compañeros Adolf y Rudolf en una trinchera nazi durante un bombardeo en la segunda guerra mundial cuando tuvo lugar el siguiente diálogo entre mis iguales en la contienda:
-Yo soy mucho más nazi que tú- Dijo Adolf-
-¿Ah, si?-Replicó Rudolf.
-Sí.
-¿Ah, si?
-Sí.
-Demuéstralo.
-Está bien- dijo mientras sacaba una calculadora- ¿Ves esta calculadora?
-Sí.
-¿Ah si?
-Sí.
-¿Ah, si?
-Sí.
-Está bien, cógela- Se la dio a Rudolf- Y ahora dime una cuenta difícil.
-¿45 + 40?
-Ja, ja, ja, ja ¡95!
-¡Increíble! Tienes razón.-dijo Rudolf mientras verificaba la operación.
-Claro, Solo un gran nazi puede hacer cuentas mentales con esa velocidad.
-Vaya, creo que me has vencido ¿Que opinas de los judíos?
-Que son excelentísimas personas.
-Igual que yo.
Entonces yo, que estaba embelesado con los fantásticos bigotes de mis compañeros y con los graciosos movimientos que estos describían cuando hablaban sus orgullosos portadores, distraje mi atención hacia un suculento pollo asado que se encontraba ante mis pies. No sé si usted ha estado alguna vez en la segunda guerra mundial, si no es así debo hacerle una advertencia: Nunca se le ocurra elegir esta opción cuando pretenda disfrutar de un buen almuerzo. La comida es horrible. Fue esto precisamente lo que hizo que mis orejas se contrajeran de emoción y alegría al ver el citado pollo y, como no soy nada egoísta, se lo comuniqué a mis compañeros de la manera que sigue:
-¡Eh Adolf! ¡Rudolf! Infatigables amigos de una y mil batallas ¡Ante mí tengo un pollo!
-¿Pero que estás diciendo, Juande?- Dijeron al unísono.
- Como lo oís, mis bigotudos compañeros…mirad- y les señalé orgulloso mi hallazgo.
Ante esto pude observar como los mostachos de ambos empezaban a chorrear saliva cual San Bernardos con sinusitis. Esto significaba que estaban muy contentos.
-Avisemos al sargento
-Si, eso- me siguió Adolf- Avisemos al sargento.
-¿Ah si?- le preguntó Rudolf.
-Si.
-¿Ah si?
-Si.
Entonces, mientras tenía lugar ese intercambio de impresiones, vi algo raro en el pollo ¡Se estaba moviendo! Entonces dije “Mirad muchachos, se está moviendo” porque si hubiera dicho “Mirad muchachos permanece absolutamente inmóvil” no habría conseguido que ellos se percatasen del hecho de que, efectivamente, se movía. Adolf no dudó y con la misma mano firme que antaño había hecho cosquillas a Churchill agarró el pollo y dando un fuerte tirón hacia arriba dejó en evidencia que debajo del pollo se encontraba un soldado enemigo, el cual se ruborizó bastante cuando lo descubrimos.
-¡Es un soldado aliado!- Me apresuré a decir antes de que alguno de mis compañeros se me adelantase y me quitase así un pequeño momento de gloria.
- Tienes Razón, Es un soldado- dijo Adolf, que tuvo que rendirse ante la evidencia que le mostré.
-Ya sé-dije- avisaremos al sargento.
Mi idea fue acogida con júbilo por todos y enseguida nos pusimos los tres a gritar tan fuerte como pudimos “¡Sargento, sargento, venga por favor!”. El sargento por su parte, al escuchar nuestras desesperadas súplicas, acudió a nuestro encuentro a lomos de un magnífico caballo blanco. El sargento era el único que podía cabalgar por las trincheras porque las balas le rebotaban, aunque es cierto que no ganaba para caballos. Al llegar donde nos encontrábamos preguntó que qué pasaba y cuando conseguimos contárselo entre los tres, se quedó un momento pensativo y dijo:
- Entiendo…Y díganme ¿Han decidido ya quien se va a comer el muslo y quien la pechuga?
- Le estábamos esperando, señor- Dijo Rudolf.
- Muy bien, tenga, una medalla- y le condecoró en una breve pero digna ceremonia.
- A mí me gustaría comerme la pechuga- dijo Adolf
- Y a mí también- Dije yo.
- A mi sí que me gustaría- Rudolf.
- ¡Silencio!- Ordenó el sargento- A nadie le gustaría más que a mí pero no debemos dejarnos confundir por la pechuga… llegaremos a un acuerdo y le demostraremos a esa pechuga quien manda aquí.
Todos estallamos en un griterío eufórico transportados por la increíble mente razonadora de nuestro sargento hasta que nos aguó la fiesta la voz del soldado aliado:
- Yo creo que la pechuga debe pertenecer al señor de mayor rango- Lo dijo de forma pausada y casi autoritaria, pero como lo dijo en inglés no nos enteramos.
- Bien- dije- me gustaría proponer que decidamos esto en un combate a muerte- Los bigotes de mis amigos se rizaron de repente.
- Eso va contra las normas- me replicó el sargento, haciendo así que se desrizaran.- Pero debemos encontrar una manera de solucionar esto.

En ese momento vimos como el soldado aliado se había hecho con una pizarra vileda y un rotulador verde y estaba haciendo dibujos.
-Creo que está tratando de decirnos algo-dijo el bigote de Adolf.
-Si, si…mirad…ha dibujado un pollo- Replicó Rudolf.
- Y ahora está haciendo una persona…-el sargento.
-Yo creo que es otro pollo-Yo.
-¡Pero si tiene brazos!-Rudolf.
-¿Por qué habrá hecho un pollo con brazos?- reflexioné.
-Eh, no…ya lo tengo…¡Es un soldado!-Dijo Adolf, que estaba muy metido en el asunto.
-Pero…-se apresuró a decir el sargento- no es un soldado cualquiera…¡ES un sargento!
Dijo el oficial validando así su formación en la escuela de oficiales en la materia de jugar a las películas.
Al oír esto, el soldado aliado pareció ponerse muy contento y le dio un fuerte apretón de manos al sargento.
En ese momento cayó sobre nosotros una bomba gigante que acabó con todos menos conmigo, que me transportó a la época de los romanos.
Y eso, es señora Maestra de acceso a la universidad para mayores de 25 años, todo lo que sé sobre la segunda guerra mundial. Por favor mándeme mi diez a la dirección del remite porque voy a ausentarme dos semanas de sus clases debido a caprichos de mi tantra.
Atentamente: Su alumno preferido